lunes, 9 de septiembre de 2013

Un ejemplo de la discusión de los pueblos en el plano internacional


La historia de Capulalpam de Méndez, una localidad del estado de Oaxaca en México, testigo de los efectos de la actividad minera, fue evidenciada en el Encuentro de Pueblos Mesoamericanos: "Sí a la vida... No a la minería" llevado a cabo justamente en dicha comunidad:
"Mal hacemos en llamar a lo que se extrae, recursos naturales" sentenció uno de los participantes del Encuentro de Pueblos Mesoamericanos: "Sí a la vida... No a la minería" realizado del 17 al 20 de enero del presente año. "En realidad son bienes comunales, no recursos naturales prestos a ser saqueados por gente de fuera". La diferencia entre recursos y bienes comunales no es menor.

Nos encontramos en Capulalpam de Méndez, una comunidad de la Sierra oaxaqueña que se encuentra próxima a Guelatao, el famoso pueblo natal de Benito Juárez. Durante más de dos siglos, la comunidad de Capulalpam fue testigo de los efectos de la actividad minera. Bajo la promesa de una mejora sustancial en su nivel de vida, varias generaciones tomaron nota del saqueo sistemático de su entorno. Grandes cantidades de oro salieron de sus montañas, al tiempo que a sus manos no llegaron más que callos y heridas del arduo trabajo.

En cambio, los daños tuvieron que padecerlos por generaciones: quince manantiales fueron agotados o quedaron inservibles por la contaminación con metales pesados. Muchos pobladores padecieron las consecuencias del envenenamiento con estos materiales tóxicos. La extracción terminó cuando, primero la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) y luego las autoridades comunales, cancelaron los permisos de extracción otorgados.

Lo anterior explica por qué no es coincidencia que el Encuentro de Pueblos de Mesoamérica se llevara a cabo en Capulalpam. Además, sumado a ese pasado de actividad minera, actualmente la empresa canadiense Continuum Resources (Compañía Minera Natividad S.A. de C.V.) está buscando reabrir la mina. Los habitantes de Capulalpam acuden a su propia memoria histórica y no están dispuestos a sufrir nuevamente las consecuencias de esta actividad. El aprendizaje de Capu, como le dicen con cariño los pobladores, pone en jaque el concepto de desarrollo. La comunidad de Capulalpam no parece estar de acuerdo con aquella ecuación que hemos interiorizado como sociedad que dicta que "la inversión atrae crecimiento, el crecimiento genera empleos y los empleos, a su vez, una mejora en las condiciones de vida de la gente". La gente de Capulalpam nos recuerda que no siempre es así. Que la mina se queda, a lo mucho, quince años operando en un sitio antes de irse permanentemente. Las vetas se agotan, los empleos se pierden, la economía local se estanca y la contaminación no desaparece en cientos de años.

Como en una especie de disonancia cognitiva, se sostienen dos concepciones sobre el significado del término desarrollo. En las comunidades de todo el país la iniciativa privada y el Estado fomentan y promueven la entrada al desarrollo con la implementación de grandes megaproyectos. Y bajo el discurso del desarrollo se justifica la alteración del entorno, el desplazamiento de las poblaciones, la explotación de los bienes comunales y la promoción del consumo como meta de bienestar.

Del otro lado de la disonancia está lo ocurrido en Capulalpam, que es muestra de cómo el desarrollo no cumple con estas benévolas aspiraciones ni reditúa en una vida mejor para quienes habitan las tierras que hospedan los megaproyectos. Las promesas se ofertan, mas no se cumplen. A cambio, la comunidad paga el costo de permitir la extracción y explotación del agua, el aire, las maderas, los minerales, los materiales, el petróleo y, sobre todo, la vida y salud de seres humanos. Se pide a las comunidades marginadas que acepten como inevitable la destrucción y la escasez de lo propio, la contaminación como futuro y el fin del hábitat que da sentido, historia, continuidad y viabilidad a la comunidad.

El caso de Capulalpam no es un caso aislado. Este patrón se repite a lo largo y ancho de la geografía nacional en comunidades como San José del Progreso (Oaxaca), Chicomuselo (Chiapas), Carrizalillo (Guerrero), Cerro de San Pedro y Wirikuta (San Luis Potosí), Alto Lucero (Veracruz), la Sierra Norte de Puebla, Madera (Chihuahua), La Paz (Baja California Sur), Agangueo y Aquila (Michoacán), Fresnillo (Zacatecas) y La Sierrita (Durango), por mencionar sólo algunas de las comunidades que han sufrido —o están por sufrir— impactos negativos por la actividad minera desenfrenada que hace caso omiso de las necesidades y las decisiones tomadas por estas comunidades. Lo mismo sucede en Honduras, El Salvador, Guatemala, Puerto Rico y, paradójicamente, en Canadá (país donde se encuentran las matrices de más del 70% de las empresas extranjeras que operan en México) donde el movimiento indígena No Más Pasividad (en inglés: Idle No More) está cobrando fuerza.

Representantes de todos estos movimientos se dieron cita en el Encuentro organizado por las autoridades comunales de Capulalpam, el Colectivo Oaxaqueño en Defensa de los Territorios, la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA) y por el Movimiento Mesoamericano en contra del Modelo Extractivo Minero (M4). Además de los movimientos arriba mencionados, participaron representantes de organizaciones de la sociedad civil, académicos, periodistas y otros individuos comprometidos con la defensa del medio ambiente y las poblaciones de territorios afectados o amenazados por la actividad de la industria minera.

El Encuentro puso en evidencia que existe un muy serio problema con el modelo de desarrollo que se persigue. Es la diferencia que se hace evidente en los conceptos de recursos y bienes naturales. De otra forma, ¿cómo explicar que comunidades tan dispares y apartadas estén enfrentando una misma amenaza común? Desplazamientos, represión, despojo y contaminación son la constante en todo en continente. Sigamos el ejemplo de Capulalpam y cuestionémonos si éste es el camino correcto para lograr el desarrollo.
Con este discurso las comunidades en México quieren ser escuchadas, después de que durante más de dos siglos y bajo la promesa de una mejora sustancial en su calidad de vida, al tiempo que grandes cantidades de oro salían de sus montañas, a sus manos no llegaron los beneficios sino más callos y heridas del arduo trabajo al que se enfrentan en el día a día. El resultado fue la contaminación de manantiales que quedaron inservibles de por vida.

¿Cómo explicar que las comunidades en todo el continente estén enfrentando una misma amenaza de desplazamientos, represión, despojo y contaminación con el apoyo estatal?

Fuente: http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle17772.html

2 comentarios:

  1. Para nadie es un secreto los daños que ocasiona la minería (en todas sus expresiones) al ecosistema en general. No obstante, mi comentario gira en torno al artículo mencionado. El impacto social ocasionado por la minería es incuestionable, pues con la premisa de crecimiento económico de la mano de nuevas posibilidades de trabajo y aportes del sector hacia programas de acción social, muchas veces por no decir siempre, las comunidades han sido engañadas y seguidamente vulneradas, no sólo por el incumpliendo de las promesas de las multinacionales, sino también porque no son capaces de resarcir los problemas provenientes de la exploración y explotación de minerales (Un ejemplo, sería la enfermedad Holandesa).
    Por tales razones es normal encontrar que en muchos de los territorios en donde existe potencial para llevar acabo explotación de minerales, sean las mismas comunidades las que se opongan a llevar a cabo estas prácticas. Su decisión debe ser respetada. Los países subdesarrollados tenemos derechos de construir un modelo de desarrollo más integro, en donde prime la integridad de las personas.

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  2. Si bien Latinoamericano es un "paraíso minero", la extracción de minerales esta originada desde tiempos inmemoriales, han pasado mas de tres siglos desde que la corona española irrumpió en nuestro territorio enriqueciendo sus arcas a costillas de nuestros recursos, desde ese entonces el impacto social ha sido uno de los principales problemas de este sector, ademas del problema ambiental. Que pasa, no ha servido todo ese tiempo para corregir estos problemas?, al parecer el gobierno hace oídos sordos a estos. En el caso Colombiano los dos últimos gobiernos se han caracterizado por ser entreguistas a multinacionales a agentes externos del país, gobiernos neoliberales, que han regalado la dependencia de nuestro país, a costa de que?, a costa de quien? Se necesitan gobiernos que defienda los intereses de los países, de las personas, nuestra soberanía nacional y las inmensas riquezas que poseemos. O a falta de esto, un pueblo que se levante a defender lo suyo, a exigir que se respete la tierra, nuestra tierra, nuestras comunidades, como dice el articulo "En realidad son bienes comunales, no recursos naturales prestos a ser saqueados por gente de fuera". Se necesita urgente un cambio en el modelo de desarrollo.

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